Errata: El Examen de Una Vida by George Steiner
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El título puede llevar a equívoco, ya que no es estrictamente una autobiografía. Recupera algunos lugares, personajes o paisajes desde donde despegar su omnívora erudición. Y el conjunto es irregular, aunque por momentos su inteligencia alcanza alturas formidables en su recorrido por sus temas más queridos: su amor por los clásicos, el fervor religioso con que escudriña los textos y residuos del arte, y su humanidad al reconocer los límites de su labor crítica (pocos han fustigado o rebajado con más acierto que Steiner a las Humanidades y su aparato académico), y a su vez reivindicando con lucidez este Humanismo (reconocer la soledad de una humanidad libre de Dios u otros sustitutos o infantilismos es, para un judío como Steiner, un ejercicio de saludable ateísmo), iluminando los rincones de la gracia y miserias humanas: la proteica sed de conocimiento, de errar por las fronteras que nos separan de los otros (¿no es eso el fin de todo conocimiento, de un verdadero humanismo?), las lecciones de los maestros (la enseñanza como una de las formas del amor desinteresado)... En esencia, ser humanos sería reconocernos en esta soledad, y a la vez aventurarnos en placeres como el de profundizar dolorosamente en otras lenguas o en los fuegos del amor ("la alucinación de la luz que llena la oscuridad durante esta vigilia").
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El título puede llevar a equívoco, ya que no es estrictamente una autobiografía. Recupera algunos lugares, personajes o paisajes desde donde despegar su omnívora erudición. Y el conjunto es irregular, aunque por momentos su inteligencia alcanza alturas formidables en su recorrido por sus temas más queridos: su amor por los clásicos, el fervor religioso con que escudriña los textos y residuos del arte, y su humanidad al reconocer los límites de su labor crítica (pocos han fustigado o rebajado con más acierto que Steiner a las Humanidades y su aparato académico), y a su vez reivindicando con lucidez este Humanismo (reconocer la soledad de una humanidad libre de Dios u otros sustitutos o infantilismos es, para un judío como Steiner, un ejercicio de saludable ateísmo), iluminando los rincones de la gracia y miserias humanas: la proteica sed de conocimiento, de errar por las fronteras que nos separan de los otros (¿no es eso el fin de todo conocimiento, de un verdadero humanismo?), las lecciones de los maestros (la enseñanza como una de las formas del amor desinteresado)... En esencia, ser humanos sería reconocernos en esta soledad, y a la vez aventurarnos en placeres como el de profundizar dolorosamente en otras lenguas o en los fuegos del amor ("la alucinación de la luz que llena la oscuridad durante esta vigilia").
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