“¿Te acuerdas de aquellos perros de Tesalónica que no podían separarse tras haber copulado?, preguntó. En Kávala, respondí. Los viejos sentados en la terraza del café gritaban, prosiguió, y los perros aullaban intentando librarse el uno del otro. Y cuando salimos de la ciudad vimos una luna creciente y fina tumbada de espaldas, y tú y yo nos deseamos, ¿lo recuerdas? Sí, contesté.” La escena Variaciones de un mismo cuento. Pongamos una pareja en un escenario común, ordinario: una casa por ejemplo. Pero no es una casa normal, claro, pues la situación es extraña, tensa. Un ambiente de pareja (un matrimonio o unos hermanos por ejemplo) viciado por el rencor, la frustración, la incomunicación o el deseo de escapar. Son personajes que parecen atrapados en una escena sin sentido, paralizados en un teatro de marionetas, tediosas escenas de gestos y diálogos repetidos, mecánicos, frases apenas formuladas, preguntas sin respuesta, escupidas a la nada, como en una ópera bufa,