Ir al contenido principal

Obsesiones: dos novelas sobre psicópatas

El temor que compartimos muchos de los que sufrimos vértigo no es el de caernos de una gran altura, sino el temor a saltar. Saber que no hay ningún obstáculo físico que te lo impida, salvo ese diminuto espacio donde se aloja la razón, el sentido común o el afán de supervivencia.

Lo primero que sabemos de Raymond es que, cuando era pequeño, un día que es dejado sólo en casa por sus padres, se ve tentado a explorar esa posibilidad, y se lanza desde el balcón fracturándose varios huesos.
¿Qué motiva a Raymond a saltar? Nada, sólo agotar esa posibilidad.



“La desaparición” de Tim Krabbe es la novela que narra la desaparición repentina en una estación de servicios de Saskia, la novia de Rex, y la obsesión de éste por saber qué ocurrió. Sólo sabremos lo que ocurrió cuando conozcamos al oscuro Raymond, un profesor perfectamente integrado en su vida familiar y social, pero obsesionado con en realizar un acto monstruoso desde el día en que se convierte en héroe casi involuntario al salvar a una niña que se ahogaba. Desde entonces, anhela explorar el rincón más oscuro y maligno del alma humana. Volver a saltar, como hizo de pequeño, esta vez a la sima del mal.
¿Cuál es la razón de ese acto monstruoso que narra “La desaparición”? Ninguna ¿Cómo puede alguien entonces producir un daño irreparable a otras personas sin hallar un motivo que lo justifique? Es tal vez algo relacionado con la “banalidad” del mal de la que hablaba Hanna Arendt.

¿Es así como actúan todos los asesinos en serie? Es esa falta de empatía la que te hace imposible imaginar el daño que ocasionamos al otro ¿Es Raymond incapaz de imaginar, como los psicópatas asesinos? Supongo que sí. Pero ese personaje es capaz de mantener a una familia y de querer a sus hijos y sin embargo desea con “ardor” conocer el mal. Es decir, a diferencia de otros asesinos, su placer parece consistir en saborear el daño que ocasiona a los demás.


La novela de John Fowles “El coleccionista” trata sobre un reprimido contable coleccionista de mariposas que se enamora de una prometedora estudiante de arte. Desde el momento que se hace millonario con una quiniela se obsesiona con la idea de secuestrarla. Pero esa idea es aparentemente una ilusión, como toda la vida de Frederick. Éste es incapaz de relacionarse socialmente con normalidad o incluso de intentar acercarse y enamorar a la estudiante de arte (las diferencias sociales o culturales suponen una barrera para el joven cockney). Sin embargo, sí es capaz de imaginarse que él rapta (o captura, como el coleccionista de mariposas que es) a la chica, y soñar que ella terminará enamorada de él. En algún momento, cruza la frontera que existe desde la ilusión a la realidad, y planea el crimen, eligiendo con esmero cada uno de sus instrumentos de caza con los que raptará a Miranda.

Desde ese momento asistimos a un combate entre el secuestrador y la raptada en un conflicto donde, frente a la imposibilidad física de escapar, ella descarga toda su inteligencia para manipular y socavar la mente de su secuestrador.
Para Frederick, es terrible descubrir que su presa no es una mariposa y que ella lo enfrenta continuamente consigo mismo, a su categoría ontológica, a ser sujeto, y a enfrentarse con sus temores y con su propia y vil acción. El escenario donde conviven secuestrador y secuestrada se convierte en el ruedo o el ring donde se materializa este conflicto entre sujeto y objeto, en la lucha simbólica entre el coleccionista de mariposas (trasunto del coleccionista de arte) y la artista, la creadora de belleza.

La falta de imaginación de Frederick le lleva a ignorar la calidad del crimen que ha cometido. Ni siquiera parece sentirse como un criminal pues piensa, como el funcionario gris que es, que ese secuestro sólo forma parte del trámite administrativo para lograr el amor de Miranda ¿Qué tipo de psicópata es Frederick? A Frederick el crimen no le obsesiona, no es más que un instrumento para su amor idealizado, pero Miranda no hace más que obligarlo a enfrentarse a él, le obliga a mirar dentro de sí mismo, a ese oscuro agujero negro al que sí saltó Raymond.

La lucha entre Frederick y Miranda es sobre la imposibilidad de poseer y ser amado a la vez ¿No es acaso la vida una lucha para esconderse de uno mismo? Convertirse en un simple espectador mientras la vida pasa por delante como una película. Enamorarse de una artista fue la perdición de Frederick en la medida en que alguien que moldea la vida o la naturaleza para poder hacer surgir de ella la belleza nunca podía aceptarlo a él, a un castrado emocionalmente, a un mero espectador que sólo disfruta disecando la vida.

Encerrados en una misma casa, como órbitas que giran inútilmente sin posibilidad de encontrarse, en un desencuentro continuo

Frente a ese conflicto irónico que narra Fowles, está el drama de Rex, alguien que vive obsesionado por conocer el agujero negro que también se tragó a Saskia. La angustia de Rex es como el túnel donde se ven obligados a parar cuando el coche se le queda sin gasolina. O Como la pesadilla recurrente del huevo que sufre Saskia. Lo terrible es que Raymond conoce esa obsesión de Rex y años después decide acercarse a él, presentarse como el hombre que secuestró a su novia. Ahora Raymond promete liberarlo de la agonía de la duda. Pero sólo con la condición de que Rex viva lo mismo que Saskia.

La lucha entre Raymond y Rex es la de uno obsesionado con hacer el mal y la de otro por descubrir la fuerza que le desvió de la ruta de su vida. Es la lucha entre dos personas obligadas a encontrarse. El uno por instinto sádico. El otro por conocer a la persona que hizo jirones el guión que en apariencia se había escrito para él. Rex sólo anhela el encuentro con la persona que le destrozó la vida. Cuando lo conoce, podría haberse vengado, haberlo denunciado, obligado a confesar, pero nunca hubiera conocido todos los detalles del crimen. Era Raymond quien tenía esas páginas arrancadas de su vida, quien podía liberarlo del simulacro en el que ahora vivía. Era la voz silenciosa en el destino de su vida. Solo poniéndose en manos de su captor podría hacer vibrar esa voz ¿No es ese el mensaje que siempre ha incomodado a todas las religiones? no comprender la ira de Dios.


Fotograma de "Spoorloos", la primera adaptación de la novela "La desaparición", dirigida por George Sluizer.


Fotograma de The Collector, la adaptación que hizo William Wyler de la novela de John Fowles, con Terence Stamp de protagonista.

Comentarios

  1. Hola. Hemos visto tu blog y nos ha gustado mucho. Por eso te invitamos a participar en Masa Crítica, nuestro programa en el que recibes un libro a cambio de una reseña. Aquí toda la info: https://es.babelio.com/massecritique.php

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Disculpa. No había visto esta notificación. Voy a echar un vistazo a vuestro sitio. Saludos cordiales.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

"Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo", de Jorge de Cascante (Blackie Books, 2019)

Fotografía del autor [fuente: Twitter] Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo by Jorge de Cascante My rating: 4 of 5 stars Sesenta mini relatos de humor extraño, afilados como el filo de una navaja y con cierta sensibilidad y buen oído para captar el idioma de una generación (la suya y la nuestra en parte) hundida en el lodo del consumismo y la obsesión por ser amados a cualquier precio. La mayoría de los relatos están narrados en primera persona con la intención de subrayar, con ironía y humor negro, la alienación de unos personajes encerrados en sí mismos, gravitando sobre ese agujero negro que es el yo, y buscando con obsesión escapar de la soledad y encontrar al otro a través del amor, la comprensión o la amistad. Sin embargo, las narraciones (en formas de monólogos, cartas y correos electrónicos... y con un estilo ridículamente informal), son truculentos viajes al centro de mentes quebradas por esa obsesión de ser queridos o amados pero qu...

"Rialto, 11" de Belén Rubiano (Libros del Asteroide, 2019)

El guiño de Belén Rubiano a las "Memorias de África" de Karen Blixen ("Yo tenía una librería en Sevilla") no podía ser más oportuno: son estas unas memorias literarias que narran la aventura de una joven, a la que vuelve a convocar unos veinte años después, por esas frágiles naves que son las librerías, primero como empleada en una de las conocidas librerías de Sevilla cerrada hace pocos años (que ella, con cierta discreción, oculta el nombre de la Librería Beta, y menciona solo a su empleadora, "la señora de Burgos"), y luego con su propia librería Rialto. Como las memorias de Dinesen, estas son también unas historias de amor (por los libros en este caso), infidelidad (de muchos lectores por la suerte de este tipo de librerías), contratiempos y anécdotas, y finalmente desengaño, con el cierre tras un lustro navegando por esa corriente del mercado y los duros escollos de las finanzas, y con el doloroso recuerdo de las cenizas de su amada ...