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"Rialto, 11" de Belén Rubiano (Libros del Asteroide, 2019)



El guiño de Belén Rubiano a las "Memorias de África" de Karen Blixen ("Yo tenía una librería en Sevilla") no podía ser más oportuno: son estas unas memorias literarias que narran la aventura de una joven, a la que vuelve a convocar unos veinte años después, por esas frágiles naves que son las librerías, primero como empleada en una de las conocidas librerías de Sevilla cerrada hace pocos años (que ella, con cierta discreción, oculta el nombre de la Librería Beta, y menciona solo a su empleadora, "la señora de Burgos"), y luego con su propia librería Rialto. Como las memorias de Dinesen, estas son también unas historias de amor (por los libros en este caso), infidelidad (de muchos lectores por la suerte de este tipo de librerías), contratiempos y anécdotas, y finalmente desengaño, con el cierre tras un lustro navegando por esa corriente del mercado y los duros escollos de las finanzas, y con el doloroso recuerdo de las cenizas de su amada librería.
Además de una interesante crónica del mundo de las librerías, se trata de un libro de amena lectura en la que uno de sus grandes aciertos es el tono con el que está narrado: una mirada agridulce al pasado que rebaja su amargor y sinsabores, y que logra cada pocas páginas la complicidad y sonrisa del lector. Estupenda es por ejemplo la narración de los comienzos de su aventura laboral, donde una jovenzuela con mucho arrojo es capaz de lidiar con "la señora de Burgos" (en mi caso tuve también el placer de conocerla fugazmente y que me encaminara, sin que ella lo supiera, y por vía negativa, mi vida laboral). A algunos lectores les podrá recordar, salvando la distancias y humillaciones, al "Estupor y temblores" de Amelie Nothomb. En tono, entre la comicidad y cierta sordidez no exenta de cariño, no está demasiado lejos.
La segunda parte de la historia es todo un desfile de gente variopinta que existe en cualquier sociedad, y que en Sevilla parecen prodigarse desde tiempos inmemoriales: una galería de excéntricos, locos, ególatras, pícaros, rateros, tahúres y, también, confidentes y compañeros de derrota. Todo este anecdotario dibuja una realidad gris a la que una librería como Rialto buscaba dotar de colores.
El final ya lo sabéis, no es 'spoiler'. El libro termina con el cierre de la librería en 2002, con un precioso epílogo, tan poético como el fugaz encuentro de dos amantes que se quisieron y ahora se miran de reojo. Un amor de juventud. Ahora permitidme una confesión: Rialto cerró en 2002, justo cuando yo llegaba a Sevilla y buscaba trabajo en librerías y bibliotecas. Como suele decirse, yo era más pobre que las ratas y entretenía las tardes paseando mi curriculum y leyendo en el teletexto ofertas de enterrador en pueblos perdidos de Sevilla. Debía de dar tanta lástima que hasta los mendigos que se me acercaban se apiadaban de mí, ofreciéndome un poco de su consuelo. Todo esto lo cuento para mitigar mi culpa, nuestra culpa de lectores que alguna vez compramos -yo pocas veces, eso sí- en grandes librerías o cadenas, o nos tienta la rapidez y ubicuidad de Amazon. Por suerte, hoy aún buenas librerías en Sevilla. Valga este libro también como homenaje a las supervivientes o a las librerías más jóvenes, librerías guerreras que disparan libros desde la línea del frente: Palas, Yerma, Caótica, La Fuga, etc. Queridos lectores, no cicateéis un poco de dinero o de tiempo. Si necesitáis libros, acudid a las librerías de vuestras ciudades, a las que más aman los libros tal como son, el cuerpo y alma de un libro (no solo como bits o ceros en una economía de mercado), que los cuidan, los protegen y defienden. 

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