Hay brujas que nos esperan cuando subamos a la colina, o animales salvajes. Nos despertamos de noche y no queremos abrir los ojos pues sabemos que junto al lecho se encuentra nuestra abuela muerta, o el hombre lobo, tal vez el hombre del saco, o un niño loco que nos contagiará con su locura.
Qué terrorífico es el mundo de los niños. Todo lo cotidiano se les presenta con espanto, en cambio desprecian los peligros reales que temen los adultos.
Poco a poco, aprenderán a transformar su mundo, hasta que un día se verán expulsados de su mágica existencia para abrazar el mundo de los adultos: esa fantasía que tomamos por realidad.
Pasados los años, nuestro viejo mundo infantil sólo estará presente com una tenue sombra, tal vez se sienta a nuestro lado cuando dormimos o nos guiará a veces por los laberintos del sueño.
Ammaniti ha vuelto a dialogar con esa sombra y con ella nos ha devuelto al recuerdo de ese mundo deformado, grotesco y terrorífico de la infancia. Pero lo hace con humor. Porque ese humor lo percibimos al reconocernos en ese pavoroso mundo, dándole la mano al niño que fuimos para que nos guíe hacia ese universo.
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