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"Stoner", de John Williams

 Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro.
Como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces.
De haber dejado a un lado la que importa en prenda de una vez futura,
Y haber malgastado en borradores la presente.
Rafael Berrio (1963-2020)

Los delicados trazos endulzan en parte el amargor de este trago, pero la historia destila demasiado veneno, un fondo de crueldad. El autor juega con el destino del personaje, sin posibilidad de redención. Stoner es una marioneta, un cuerpo sin alma, en manos de un dios caprichoso. La omnisciencia del narrador también puede ser esto.

Si consideramos que las cartas del destino de Stoner están marcadas desde el principio (recorrer el mismo círculo infernal del viejo profesor Sloane), Stoner sería una obra trágica; si consideramos que no ahorra ninguno de los grandes acontecimientos de una vida marcada por la derrota, Stoner sería una farsa.
¿Quién es William Stoner? Alguien que logra trascender sus orígenes humildes, abandonando la miserable vida campesina de los padres para estudiar en la universidad y llegar a convertirse en profesor; es alguien que descubre la necesidad del amor, y se enamora y casa con una mujer frustrada y apática (uno de los personajes más crueles, antipáticos e incomprendidos de esta novela); tienen una hija a la que arruinan como una planta mal crecida y mustia; logra iluminar el alma dormida con una amante pero... 


Si James Joyce pudo recrear y subvertir la Odisea homérica, aquí John Williams parece destrozar los ideales y el concepto de amor platónicos: la vida es como una comedia que sucede en un escenario bufo donde los actores gesticulan de forma grotesca intentando reproducir o remedar los grandes acontecimientos de la vida. Solo una vaga sombra o un atisbo de ardor logra rendir parte de las distancias. Así, solo queda un leve anhelo de amor por el conocimiento o la belleza. Que se disipen las sombras y la vida nos ilumine. Y esperando, la vida nos vence. Qué cruel haber vivido en tamaña soledad.


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