Dos inglesas y el amor by Henri Pierre Roché
My rating: 2 of 5 stars
Tres personajes se intercambian cartas. Dos inglesas: Anna, sentimental y artística; y Muriel, religiosa apasionada. Él, el continente: Claude, un francés liberado de ataduras morales, y creyente del amor total. La forma casi epistolar de la novela, unido al caracter solipsista de los personajes, deja una impresión de que la historia no acaba de evolucionar más allá del juego de claves de esa correspondencia (el no de Muriel, o el quizás, la separación, la confesión...). Como resultado, los personajes y la historia pierden fuerza al privarnos de los conflictos, evoluciones, cambios o transformaciones que toda fusión de elementos químicos acarrea. Y de forma parádojica en una novela demasiado masculina que no acaba de trascender su caracter autobiográfico, hay más fuerza en la pasión religiosa de Muriel, que en las relaciones libres de los amantes de la novela. Trabado el conflicto entre los sentimientos y caracteres de los protagonistas, las imágenes acaban sucumbiendo a un simbolismo pedestre de islas, remolinos, ríos y continentes y, salvo algunas imágenes de gran brillo y gestos casi silenciosos, hay tonos muy afectados pintándonos con esa paleta un cuadro de un bucolismo ramplón.
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Tres personajes se intercambian cartas. Dos inglesas: Anna, sentimental y artística; y Muriel, religiosa apasionada. Él, el continente: Claude, un francés liberado de ataduras morales, y creyente del amor total. La forma casi epistolar de la novela, unido al caracter solipsista de los personajes, deja una impresión de que la historia no acaba de evolucionar más allá del juego de claves de esa correspondencia (el no de Muriel, o el quizás, la separación, la confesión...). Como resultado, los personajes y la historia pierden fuerza al privarnos de los conflictos, evoluciones, cambios o transformaciones que toda fusión de elementos químicos acarrea. Y de forma parádojica en una novela demasiado masculina que no acaba de trascender su caracter autobiográfico, hay más fuerza en la pasión religiosa de Muriel, que en las relaciones libres de los amantes de la novela. Trabado el conflicto entre los sentimientos y caracteres de los protagonistas, las imágenes acaban sucumbiendo a un simbolismo pedestre de islas, remolinos, ríos y continentes y, salvo algunas imágenes de gran brillo y gestos casi silenciosos, hay tonos muy afectados pintándonos con esa paleta un cuadro de un bucolismo ramplón.
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