Noche en Ordesa, Pirineos (fotografía de Guillermo Casas Baruque) https://www.flickr.com/photos/cguille/
Un libro siempre es un escenario donde se enfrentan el autor
y el lector. Un campo de batalla minado de sospechas, engaños, traiciones. Un
duelo a vida o muerte. Ansia fratricida. El largo cortejo que termina en la
coyunta o, como en la mantis hembra, la muerte del macho.
Empiezas Ordesa y las primeras nubes cubren de sombras la
escena. ¿Qué es Ordesa, te preguntas? Ordesa es un viaje de casi 400 páginas a
las tinieblas de Manuel Vilas. Una divagación dolorosa en torno a la muerte de
los padres y la soledad. Una plegaria. Stabat Mater. Vilas toma tu mano y te pide
que lo acompañes por su viacrucis, a su sacrificio en el altar solar, a que lo asistas
desnudo a su propio martirio. Un viaje a las profundidades del infierno para
dialogar con los muertos.
Todos están muertos. Tú, lector, estás muerto. Bailas al son
de la música de Ordesa. La danza cósmica de la vida y la muerte, devorando y
engendrando hijos sin fin.
Más que una elegía, esto es un Libro
de los Muertos. Una fantasmagoría. Un poema en prosa de aliento mortuorio. Plegaria
y lamentación al mismo tiempo. Kadish yatom, o kadish de los huérfanos. Oraciones lanzadas al vacío desde las
regiones más profundas del alma. Son como bengalas desesperadas iluminando el
cielo de nuestra noche. Un Vilas desnudo cortejando a la muerte. La invita, la acecha, la seduce. Hace el amor
con la muerte. Se alimenta de ella, mama de ella. Y su goce pone música a toda
la noche del mundo. Ilumina secretamente tu noche, lector solitario que lees
Ordesa.
Vilas. Gran Vilas. Voz profética capaz de enunciar el mundo, de
iluminarlo. Capaz de crearlo o abolirlo. Hágase la luz, nos dice. O háganse
tinieblas. Invocar la terrible noche. Es una voz que dice: puesto que Dios no
existe o está ausente, Yo sí existo. Yo soy el Tiempo que lo devora todo. Yo
soy los hijos devorando la carne de nuestros padres, saciándome con su sangre
en una orgía circular. Yo soy Dios. Yo bendigo al mundo. Con mi voz y mis
palabras yo recreo permanentemente este mundo roído por el Tiempo.
Sí. Ordesa es una de las
reflexiones sobre la muerte más emocionantes que se han hecho en nuestra
lengua. A la altura de Mortal y rosa de Francisco Umbral. Del Juan Ramón
Jiménez o el Cernuda más elegíaco. De las noches oscuras, negrísimas, de los
místicos. Del Guernica de Picasso. Del mundo alucinado de los locos. Eso es
Ordesa.
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